lunes, 29 de abril de 2013

Los diez mejores cómics de Spiderman.

10. ¡El héroe y el holocausto! Amazing Spider-man #270 (1985). Guión: Tom DeFalco; Dibujo: Ron Frenz
Mi elección más personal. Es un cómic completamente olvidado, pero a pesar de eso es uno de los que mejor definen quién es Spiderman, y por eso está aquí. La historia, que en realidad empezaba en el número anterior, no es más que una pelea entre Spiderman y el Señor del Fuego, extraterrestre y ex heraldo de Galactus para más señas —y algo así como cien veces más poderoso que el trepamuros—. Al margen de la impecable narrativa utilizada para mostrar la espectacular persecución por toda la ciudad, nada rara siendo el dibujante un viejo zorro con muchísimo oficio como Frenz, me quedo con el momento en el que Peter se plantea lo fácil que sería quitarse el traje para huir del Señor del Fuego y dejar que otro se ocupara del problema, como hubiera hecho cualquiera ante semejante bestia parda. Obviamente, asume su responsabilidad y vuelve a la carga, y acaba venciendo a base de cabezonería e insistencia donde fracasan el ingenio y la táctica. No digo que el tebeo sea una obra maestra, pero es uno de los pocos en los que al acabar de leerlo, piensas que ése ES Spiderman.

9. De golpe y porrazo. Untold Tales of Spider-man #13 (1996). Guión: Kurt Busiek; Dibujo: Pat Olliffe.

Las historias jamás contadas de Spiderman fue un auténtico oasis en el desolador mercado del cómic americano de los 90. A partir de la idea de Marvel de crear una colección de Spiderman que vender a 90 centavos, Busiek —el mismo de Marvels— creó un puñado de historias perfectamente encuadrada en la continuidad de los primeros números de Amazing Spider-man, toda la etapa de Steve Ditko. Busiek fue uno de los pocos guionistas contemporáneos que entiende al personaje y ha leído sus tebeos, todos, antes de guionizar una de sus series —cosa que aunque parezca mentira no es nada habitual—. El resultado fue una serie cojonuda que merecía estar en esta lista. He elegido éste, aunque hay otros igual de buenos, por ser el que muestra la primera vez que Peter Parker se topó con la muerte de un ser querido desde el asesinato del tío Ben. Fue Sally, una compañera de instituto que primero inició una carrera como la heroína Ave Azul buscando la fama que tenía Spiderman, hasta que éste deja que sea herida para que se dé cuenta del peligro que corre. Sally hace caso a Spiderman, pero irónicamente, acaba muriendo en un accidente de coche por cambiar de plan e intentar superar a Parker como fotógrafo. Emotivo y realmente bien contado.


8. ¡En las garras del Duende! Amazing Spider-man #97 (1971). Guión: Stan Lee; Dibujo: Gil Kane.
El segundo capítulo de la conocida como “trilogía de las drogas”. He escogido éste porque creo que es en el que más se ahonda en la drogadicción, de una manera extraña, con el Duende Verde danzando por ahí, pero se hace. Y hoy puede que no se aprecie en su justa medida esto, pero en los setenta fue una auténtica revolución: estamos hablando nada menos que del primer tebeo de superhéroes enfocado a chavales que mostraba sin tapujos las consecuencias del consumo de drogas. Hasta entonces, ni siquiera una simple alusión, porque estaba prohibido. De hecho la Comic Code Authority no aprobó estos tres números, pero Stan Lee decidió arriesgarse y publicarlos igualmente sin el sello del órgano censor —era la primera vez que pasaba eso desde su creación—. La historia tuvo un gran éxito y se convirtió en un clásico instantáneo, que causó, y aún causa, bastante desasosiego: el mundo sórdido de los camellos, el LSD, Harry Osborn dando auténtica grima convertido en un yonqui… Todo un impacto en la época.


7. El regalo. Amazing Spider-man #400 (1995). Guión: J.M. DeMatteis; Dibujo: Mark Bagley.

En mitad de aquella pesadilla argumental que fue la saga del clon DeMatteis nos ofreció esta auténtica maravilla de historia que cuenta la última semana de vida y la muerte del secundario más antiguo de la serie, la tía May. El título alude a la oportunidad que tiene May de despedirse de sus seres queridos al despertarse de un coma, pero también fue todo un regalo para el seguidor de toda la vida de Spiderman, una historia emotiva que daba un final digno a un personaje que primero Conway y después el propio DeMatteis habían hecho evolucionar de alivio cómico de la serie con sus eternas tortitas a una mujer fuerte y decidida que asume, en esta historia, que va a morir, haciéndolo con serenidad y entereza. Una pena que el guionista tuviera que meter subtramas relacionadas con la infame saga del clon, pero eso no empaña para nada la fuerza de ciertas escenas. Inolvidable aquella en la que May le confiesa a Peter que sabe desde hace un tiempo que es Spiderman, que en la época —una en la que leíamos los tebeos sin saber prácticamente todo lo sucedía dentro, como pasa ahora— supuso todo un shock, pero también una alegría: con aquella escena y el genial diálogo escrito por DeMatteis Peter se reconciliaba consigo mismo y dejaba de tener remordimientos por engañar a su tía, que aprueba su vida como aventurero y le dice lo orgullosa que está de él. No sé cómo, pero DeMatteis consiguió hacer perfectamente creíble aquella escena que aún hoy es de las que más me emociona de toda la saga arácnida, igual que el desenlace final con May muriendo en paz en su cama, y Peter despidiéndose de ella —con cita de Peter Pan incluida—, que es impresionante.
Hablar de lo que pasó después es hasta doloroso: un par de años más tarde se descubría que la mujer que confesó a Peter que sabía su secreto y murió en aquella historia era una actriz contratada por el Duende Verde y que la verdadera estaba secuestrada. Y me niego a hablar más de ello.

6. El chico que coleccionaba Spiderman. Amazing Spider-man #248 (1984). Guión: Roger Stern; Dibujo: Ron Frenz.

Una de las historias que mejor condensan la verdadera esencia de Spiderman y lo definen a la perfección. En sólo diez páginas Stern y Frenz —homenajeando a Ditko más que nunca— dan una lección no sólo sobre cómo tratar al personaje sino también de narrativa. Al principio no sabemos bien qué pasa: Spiderman visita de noche a un fan suyo, un chico que colecciona todo tipo de objetos y recortes de periódico relacionados con él. Los fragmentos de un artículo publicado en el Daily Bugle sobre el chaval intercalados en el cómic nos van explicando quién es, mientras que vamos viendo cómo Spiderman le cuenta cosas acerca de sus poderes y su origen, archisabida historia del tío Ben y el ladrón que Spiderman no detuvo incluida. Si esto ya sorprende, lo siguiente deja a cuadros a cualquiera: Spiderman se quita la máscara ante la petición del chico y le cuenta quién es realmente. Ya para entonces vemos que hay algo raro. A Peter se le escapa una lágrima mientras se despide, y al salir de la habitación se queda un momento abatido sobre un muro. El final del artículo nos explica qué pasa, y es entonces cuando nos damos cuenta de que la promesa del chaval de no contar nada sobre Spiderman hasta que se muera no era una frase hecha: tiene leucemia y morirá en pocas semanas. Brutal, simplemente. La historia que yo le daría a cualquiera que jamás hubiera leído un cómic de Spiderman.

5. Capítulo final. Amazing Spider-man #33 (1966). Guión: Stan Lee; Dibujo: Steve Ditko.

El clímax de la etapa de Ditko como dibujante y coargumentista, poco antes de abandonar el título por diferencias creativas con Lee. Capítulo final, no de la serie, sino de la saga del Planeador Maestro, para muchos la mejor de toda la colección, cosa discutible, pero sí la mejor de la etapa Ditko. Es la historia que termina de definir a Spiderman como personaje, que hasta entonces había estado creciendo. Seguiría haciéndolo, pero con este número nos quedaba claro cuál era la verdadadera medida de Peter Parker como héroe y quedaban sentadas las bases para que otros desarrollaran su mitología. En esta saga aparecieron por primera vez Gwen Stacy y Harry Osborn, pero a mí lo que más me interesa de este número en concreto es la demostración de la inquebrantable voluntad de Spiderman: atrapado bajo toneladas de escombros, con la vida de la tía May pendiendo de un hilo —por su culpa, encima—, agotado tras una persecución frenética, Peter acaba por levantar a base de tozudez los escombros que le aplastaban, en una de las splash-pages más famosas de la serie, y consigue llevar a tiempo el isótopo que salvará la vida de su tía. La primera gran gesta de Spiderman y ya digo, momento culminante de la serie, y uno de los que mejor representaban esa nueva forma de hacer superhéroes que inventó Stan Lee.

4. La noche que Gwen Stacy murió. Amazing Spider-man #121 (1973). Guión: Gerry Conway; Dibujo: Gil Kane.
El cómic que marcó a toda una generación de lectores, tanto en USA como aquí. La serie atravesaba un momento delicado, en el que seguía siendo una de las cabeceras más vendidas de la editorial, pero estaba entrando en una dinámica monótona que preocupaba a los mandamases de Marvel. Era necesario un cambio de rumbo, algún golpe de efecto que sacara de la rutina al acomodado Peter Parker y a los lectores de paso. Se pensó en Mary Jane, pero John Romita, aún muy ligado a la colección, aunque había cedido el dibujo de la misma a Gil Kane, se opuso totalmente. La opción más lógica, la que más impacto causaría, era Gwen, la dulce y cándida novia del héroe, la chica perfecta con la que todos los lectores soñaban. La papeleta de cargársela le tocó lógicamente a Gerry Conway, el joven guionista que había sucedido a Stan Lee pocos números antes. Consciente de la repercusión que tendría el tebeo, Conway dio lo mejor de sí mismo para crear un clásico, una historia que desde el principio se lee con tensión —sobre todo porque Conway no desvela el título de la misma al principio, sino al final—, con una sensación de fatalidad que va aumentando hasta llegar al tremendo final, con la sospecha, nunca confirmada, de que tal vez fue el propio Spiderman quien causó la muerte de Gwen al tirar demasiado bruscamente de ella para frenar su caída del puente de Brooklyn, en esa secuencia impecable que todo lector de Spiderman tiene grabada en las retinas. Gwen moría, y al contrario que ocurriría ahora, no resucitó nunca. Su muerte fue la primera gran muerte del universo Marvel y con ella Peter se hizo definitivamente adulto. No sólo quedó afectada su faceta de superhéroe; hay que tener en cuenta que entonces Amazing Spider-man no era sólo una colección de superhéroes, sino también la de un grupo de amigos, una pandilla que ya había sido herida de muerte con la adicción de Harry a las drogas y que con la muerte de Gwen quedaría marcada para siempre. Su asesino, el Duende Verde, causará también su propia muerte en el número siguiente, pero Peter, Spiderman nunca superó del todo la muerte de su primer gran amor, aquella a quien no pudo salvar con todo su poder.

3. Trueno. Amazing Spider-man #294 (1987). Guión: J.M. DeMatteis; Dibujo: Mike Zeck.


La última cacería de Kraven es probablemente la historia de mayor calidad protagonizada por Spiderman. Una historia compleja y hasta cierto punto —el que dejaba el Comic Code— adulta, donde DeMatteis va más allá de la simple historia de superhéroes para reflexionar sobre la vida y la muerte, hasta donde puede o le dejan, ya digo. Lo hace sobre todo a través de la voz en primera persona de Kraven el Cazador, viejo enemigo de Spiderman que hacía por lo menos quince años que no aparecía en ninguna de sus colecciones, villano histriónico y con pinta ridícula que aquí se presenta como un hombre de férreos valores morales y un sentido del honor que le lleva a respetar a Spiderman a pesar de enfrentarse a él. DeMatteis se mueve en el plano de los símbolos cuando el Cazador se enfrenta a la Araña, cuando Kraven lucha contra su némesis, la suplanta y sale victorioso. He elegido este número, la quinta y penúltima parte de la saga, por ser el clímax del enfrentamiento entre ambos, Spiderman y Kraven. El primero fuera de sí, tras ser enterrado vivo durante dos semanas, el segundo henchido de orgullo. Estaría más arriba en la lista si no considerara que a fin de cuentas es más una historia de Kraven que de Spiderman, porque lo más sorprendente y lo valioso de esta historia es que se glorifica al villano, cosa rara en la Marvel de la época, y lo que es más impactante aún, se glorifica el suicidio. Sí, Kraven se suicida al final de este número. Con el objetivo de su vida cumplido, se pega un tiro en la boca y muere completamente en paz, en una secuencia estremecedora, pero que efectivamente, presenta el suicidio del Cazador como una muerte noble y gloriosa. Un pecado mortal presentado como una buena forma de morir, alguien que elige cómo y cuándo muere convertido en alguien digno de admiración a pesar de su condición de villano. Os podéis imaginar la que se armó. Las críticas y presiones fueron tantas, incluso dentro de la editorial, que a DeMatteis le encargaron una pequeña secuela de la historia, completamente prescindible, en la que se explicaba que el alma del Cazador estaba en el prugatorio, por niño malo —y suicida—. Como pasa en otros números de esta lista, lo que después se hizo no invalida el impacto de La última cacería de Kraven, junto con el Born Again de Daredevil, el mejor tebeo de la Marvel de los 80.

2. El mejor enemigo. Spectacular Spider-man #200 (1993). Guión: J.M. DeMatteis; Dibujo: Sal Buscema.


De nuevo DeMatteis, acompañado en esta ocasión de una de mis debilidades, el dibujante Sal Buscema, un clásico de la editorial que ya dibujaba en los años 60 y que entintándose a sí mismo me parece insuperable. Durante años, éste fue el tebeo que más me impresionó de todos los que había leído de Spiderman, el más duro, que leí además sin saber qué podía pasar. Es la conclusión de una trama desarrollada durante un par de años en la colección: en enfrentamiento entre Peter y Harry Osborn, enloquecido por las drogas y aplastado por el recuerdo de su padre, Norman, el primer Duende Verde. Es una historia que según vas leyendo destila amargura y la misma fatalidad que la muerte de Gwen, la misma sensación de que no hay vuelta atrás, de nostalgia de un pasado que si bien no fue idílico, sí fue más feliz e ingenuo. Para cualquier seguidor de toda la vida es desgarrador ver a Harry y a Peter luchando, queriendo matarse el uno al otro, estando más allá de la reconciliación. Por eso tiene tanto valor la conclusión de la historia. Sí, es típico que al final Harry reaccione y acabe salvando a Peter de morir en una explosión, muy típico, pero también es verdad que es el final que se merecía no ya Harry, sino el propio Peter. Tras eso Harry no puede más y muere a causa de la droga experimental que tendría que hacerle el igual de Spiderman. Muere en paz y despidiéndose de Peter en dos páginas finales mudas, en las que las imágenes desnudas se bastan y se sobran para transmitir emociones. Si la última viñeta, una foto de Harry y Peter en los viejos tiempos, no os hace soltar la lágrima, es que no tenéis entrañas.

1. El fin de Spiderman. Amazing Spider-man #50 (1967). Guión: Stan Lee; Dibujo: John Romita.


Y por último, llegamos al mejor cómic de Spiderman de la historia. Un número redondo, el 50, con John Romita en su mejor momento y Stan Lee haciendo la historia definitiva del personaje, enfrentado no al Doctor Octopus o al Duende Verde, si no a sí mismo: a sus propios miedos y dudas. Peter, harto de las difamaciones del Bugle, del miedo de la gente, de la persecución constante de la policía, de renunciar a llevar una vida normal para dedicarse a ser Spiderman, abandona su identidad secreta, y lo hace en la mejor viñeta no ya de sus colecciones, sino de toda la historia de Marvel: el traje abandonado en un cubo de basura mientras Peter se aleja bajo la lluvia. El drama marveliano cobraba una nueva dimensión al enfrentar su mundo de colorines y fantasía superheroica con la cruda realidad del mundo más allá de la cuarta pared: “Cuando me convertí en Spiderman, sólo era un adolescente irreflexivo. Pero han pasado los años, y el mundo ha cambiado… Y tarde o temprano, todo muchacho debe abandonar sus juguetes y convertirse en hombre”. Simplemente, la reflexión más dura que se haya hecho nunca en un cómic de superhéroes, la más inteligente, la culminación de la revolución del género que tan sólo seis años antes el propio Lee había empezado al dotar a sus personajes de una dimensión humana y “realista” que los acercara a sus lectores. Sin embargo, más valor tiene aún la resolución de la historia —para mí—, cuando Peter intenta disfrutar de su nueva vida sin preocupaciones y descubre que su decisión no le ha hecho las cosas más fáciles, y acaba teniendo que reaprender el lema de la serie, que todo gran poder conlleva una responsabilidad, y más importante aún, que madurar no implica renunciar a ser lo que eres y traicionarte a ti mismo. Al final del cómic Spiderman renace con más convicción que nunca, con Peter aceptando su propia naturaleza y dándose cuenta de que tiene que hacer lo que debe, pese a todos los problemas.
Con este número 50, se terminaba de definir al héroe, que se había enfrentado a su prueba más dura, y se acababa con el proceso iniciado con la muerte del tío Ben. Argumentalmente, estaba todo dicho: habría sido el final perfecto para la serie. Pero como es obvio Marvel siguió explotando su franquicia más lucrativa, editando algunos cómics muy buenos, otros no tanto, y una gran mayoría de mierda pura. De alguna forma, pese a los buenos momentos, tras este número todo fue repetir una y otra vez los mismos esquemas —a estas alturas he perdido la cuenta, por ejemplo, de cuántas veces ha colgado Spiderman el traje “para siempre”—. Poco importa, de todas formas, para disfrutar de esta maravilla, un tebeo que en plenos años 60 no contenía batallitas, pero sí toda una lección de épica que más de cuarenta años después sigue conservando toda su fuerza, y que muestra quién es Spiderman y qué le diferencia de cualquier otro superhéroe.


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